viernes, 30 de diciembre de 2011

1x02 - Intentaron huir...

Enfocaron con la linterna al pasillo de donde habían venido corriendo y vieron cómo más de una decena de seres hambrientos de carne habían logrado salir de sus habitaciones. Bajaron las escaleras saltando de cuatro en cuatro por la adrenalina y cuando llegaron abajo salieron corriendo por la recepción. Era un hotel algo cutre, pero bastante grande.
Cuando llegaron a la puerta giratoria se pararon en seco, pues se dieron cuenta de que salir en ese momento no era buena idea, varios zombis estaban intentando entrar por la cristalera de la entrada, rápidamente Alberto usó la pata de una mesa para atascar la puerta. El cristal de la entrada era resistente, pero no aguantaría eternamente y menos con el numero de zombis aumentando en el exterior.

-¡Si seguimos haciendo tanto ruido nunca los perderemos, tenemos que buscar otra salida y rápido! -dijo Alberto.
-¡No te pongas nervioso! Tiene que haber otra salida... por la cocina o… ¡El parking subterráneo!, ¡Corre!

Los dos compañeros entraron por la puerta de servicio del hotel y llegaron a las cocinas, las luces de neón parpadeaban y olía a putrefacción. Daniel se paró y agarró un cuchillo de carnicero de un cajón.

-Esto nos será útil, tómalo. Recuerda que hay que destrozarles el cerebro...

Justo en ese instante escucharon el ruido de los cristales de la entrada al romperse por la presión y los golpes de decenas de zombis hambrientos de carne. Rápidamente entre los dos volcaron un frigorífico delante de la puerta de acceso que daba al recibidor dejándola cerrada a la horda de zombis.

Siguieron corriendo hacia los montacargas de la cocina que les llevaría directamente al parking. De repente la mano de un cocinero podrido salió de debajo de unas estanterías y agarró fuertemente el pie de Dani, este empezó a patalear para que le soltara y el brazo, después de un crujido, se desprendió del cuerpo, aunque la mano no soltaba la bota. Dani siguió agitando el pie hasta que la mano zombi salió volando hacia un montón de cacerolas oxidadas que, al caer todas al suelo, hicieron un estruendo ensordecedor que rebotó en todas las paredes de la amplia cocina.

-¡A tomar por culo! -gritó Alberto- Salgamos de aquí ya.

Los dos corrieron a toda prisa hacia el montacargas. Miraron en todas direcciones, no había salida, las sombras les impedían ver que había más allá de la multitud. De repente escucharon el sonido de unos platos rompiéndose, había sido las puertas de los montacargas al abrirse.

-Por qué poco–dijo Dani-.

Se abrieron las puertas, estaban en la plaza del parking que utilizaban los camiones para entregar los pedidos. Los dos se dirigieron hacia la salida de los coches, pero había cuatro zombis deambulando muy cerca, así que buscaron alternativas. Corrieron con el mayor silencio posible en el parking, el eco podría alertar a los zombis de la entrada.

-Alberto para, mira ahí- le susurró mientras le agarraba con un brazo y, con el otro apuntaba hacia una puerta de color amarillo con una gran mancha de óxido- la escalera de acceso, es nuestra única escapatoria.

Los dos comenzaron a subir, esta vez más despacio para poder oír con total claridad cualquier posible movimiento. Se detuvieron frente a la puerta de salida a la calle, había una cuña de madera que el guarda solía utilizar cuando pintaba las puertas. Alberto empezó a abrirla con sumo cuidado evitando hacer el mínimo ruido. La cerraron y pusieron la cuña para que no se pudiera abrir desde el interior. Los zombis ya estaban entrando en masa por la puerta del hotel. Los edificios estaban abandonados, pero los jardines aún se conservaban con flores demostrando que aún quedaba un atisbo de esperanza de vida en esta ciudad.

-Quedan pocas horas para que anochezca, deberíamos buscar algo que nos sirva de refugio-dijo Alberto mientras comenzaba a caminar.

Cuando llegaron a un cruce, vieron una tienda de alimentación en su día regentada por un chino bastante simpático, alumbraron todas las esquinas para comprobar que no había peligro. Cogieron las mochilas y empezaron a llenarlas con conservas y algo para beber, las carreras y el estrés les había dejado secos.

En frente de la tienda había una pequeña casa en la que vivía el portero de unos edificios cercanos. Era un lugar perfecto, pequeño y con una sola puerta para defender. Se dirigieron hacia la puerta. La intentaron abrir, pero apenas se podía.
  
-Esta atrancada –dijo Alberto.

Dani miró hacia ambos lados de la calle buscando posibles oyentes del ruido que se iría a producir. Contaron hasta tres y pegaron una patada a la puerta. Esta se abrió y vieron que la habían bloqueado con una silla.

Los dos empezaron a explorar la casa con gran minuciosidad para evitar sustos como los que habían sufrido últimamente. Lo harían como siempre, empezando por las habitaciones más cercanas a la salida para huir en caso de sorpresa. Cuando Alberto se acercó a una de las puertas para abrirla, esta se abrió de golpe y una sombra se abalanzó sobre él tirándole al suelo. Cuando Dani apuntó con la luz vio a una persona encima de su compañero, empuñaba un destornillador y tenía todas las intenciones de clavárselo en la sien. 

1 comentario:

  1. Bajo mi punto de vista, creo que sobran algunas cosas más que evidentes a medida que vas leyendo; y además hay faltas de ortografía (no de acentos que también he visto por ahí sino de que o sobran comas o faltan comas) Bajo mi punto de vista ¡ojo! xDDD

    ResponderEliminar